Querido coro, no sé ni como empezar esta carta, estas difíciles letras que me resultan tan tristes y amargas que me hacen pensar que se trata de un mal sueño. Cuando tengo que explicar el concepto de muerte a mis hijos de tres y cuatro años les hablo de luz, de cómo aquellas personas a las que queremos llega un momento en que se convierten en una estrella, en una preciosa luz colgada en el cielo. No se si valdrá la explicación para comentar que nuestra preciosa y alegre Sara Córdoba (del coro Infantil) se nos ha convertido en una hermosa estrella, llena de una magnífica luz, la que siempre le acompañó en su intensa vida.
Me acuerdo de ella desde el primer día, aquella niña de diez años que llegó con su bonito vestido estampado blanco, su melena recogida en una coleta, y comenzó a hablar y hablar con una hermosa sonrisa que le iluminaba por entero el rostro. Recuerdo que le pregunté: "¿Qué es lo que más te gusta Sara? Y ella me respondió: "A mí, cantar a todas horas". Nuestra Sara era así, a veces pienso que era todo un ejemplo de cómo hay que vivir la vida, en plenitud y armonía con los demás. Nuestra Sara no dejó de hablar y comunicarse en ningún ensayo, ella era vida en el estado más puro, y estoy segura de que será la luz más brillante, más hermosa y comunicativa de toda la bóveda celestial. Al cielo miraré cada noche buscándola para sonreírle.
Se ha instalado para siempre en nuestro corazón y yo personalmente la echaré tanto de menos…, era parte del alma del coro, de este instrumento que hemos creado entre todos y que, os confieso, amo tanto. La música hoy está triste por no verte Sara, pero tú harás de musa musical para que recobremos las fuerzas para seguir cantando, como a ti te gustaría.
Un enorme abrazo para todo el coro,
Isabel.